Chile: el 11 de septiembre chileno, 36 años después
A 39 años del bombardeo del Palacio de La Moneda, la interrupción de un proceso democrático popular y el inició de un represivo régimen militar que duró 17 años, este es el tercer aniversario en un "Chile sin Pinochet", fallecido el 2006.
El recuerdo -y el significado de ese episodio histórico para Chile y la región- varían no sólo según el prisma político con que se mire, sino también de acuerdo a la generación de chilenos post-dictadura a que se pertenece.
Estudios académicos señalan una gran variedad de visiones sobre el 11 de septiembre de 1973 chileno y el paso del tiempo, en algunos casos, ha contribuido al olvido, mientras que en otros ha servido para fortalecer la memoria y la renovada búsqueda de la justicia.
Prensa Latina recogió testimonios inéditos de cuatro chilenos de distintas edades pero que, además de sobrevivir el 11 de septiembre, comparten el difícil ejercicio del periodismo comprometido con la verdad.
Los cuatro son renuentes a hablar en primera persona, pero en esta ocasión aportaron breves versiones de sus dramáticas vivencias personales sobre el "día del golpe", fecha en que culminó una vasta y prolongada conspiración nacional e internacional contra el Gobierno Popular de Allende.
Marcelo Castillo
Marcelo Castillo es hoy el director del periódico La Nación, con amplia experiencia en varios medios chilenos y extranjeros. Pero, ese 11 de septiembre, con 16 años de edad, cursaba tercer año de enseñanza media en el Liceo Manuel de Salas y militaba en la Juventud Socialista.
Aunque nunca vio un fusil, integró un grupo con "preparación militar básica en el partido, pero solamente teórica", dijo al señalar que en una asamblea "propusimos entregar algunas nociones básicas de formación militar. Quiénes siempre habían sido reacios a esa idea, esta vez aceptaron".
Pero, cuando salimos al patio, ya había helicópteros artillados sobrevolando, apuntó Castillo, uno de los encargados de comunicaciones de los Comités de Defensa del Gobierno Popular en las escuelas de la capitalina comuna de Ñuñoa.
Hizo un recorrido por los colegios y por el Pedagógico de la Universidad de Chile, que estaba rodeado de fuerzas militares: "Fuimos a dos liceos, el Veinte y el Siete, que permanecían tomados igual que el nuestro".
Me detuve unos momentos en la casa de mi novia de entonces y, desde el tejado de su casa, presencié a lo lejos el bombardeo a La Moneda, agregó Castillo, quien -pese a todo- confiaba en que "fuerzas militares democráticas estarían de nuestro lado para enfrentar a los golpistas".
Al regresar a su escuela y ver que la mayoría de sus compañeros se había ido, Castillo -junto a otro estudiante conocido como "Pato"- partió hacia una "casa de seguridad" con unas botellas de ácido sulfúrico que sacaron de los laboratorios de química. Pero, al poco andar, un grupo de civiles armados nos detuvo, nos subieron a un automóvil y, luego, nos entregaron a una patrulla militar, que nos llevó al Regimiento de Telecomunicaciones del Ejército, donde fuimos interrogados con simulacros de fusilamiento y golpes, subrayó Castillo.
Finalmente, los dos estudiantes, junto a otros tres prisioneros, fueron entregados a Carabineros, quienes los recibieron con una pateadura, según relató Castillo. "En esa Comisaría llegaríamos a ser alrededor de 60 los detenidos, todos en tres o cuatro celdas que habitualmente no albergan a más de dos o tres personas".
Sentimos las balaceras durante toda la noche. Llegaron algunos compañeros muy heridos, a los que nadie se atrevió a hablar, dijo Castillo, hasta que el día 13 el nuevo régimen levantó el toque de queda y, junto al Pato, fue liberado. "Pasamos a engrosar las filas de la resistencia en la clandestinidad", concluyó.
Lucía Sepúlveda
Por su parte, Lucía Sepúlveda, quien tenía entonces 27 años y tres meses de embarazo, aseguró que su "falta concreta de memoria está asociada al trauma", aunque aportó valiosos recuerdos de esa jornada junto a su compañero, el conocido periodista Augusto "Pelao" Carmona, con quien intentó llegar hasta La Moneda.
No pudimos llegar a reportar y tuvimos que irnos a la revista Punto Final, pero allí no había nadie. Entonces, nos unimos a los corresponsales de Prensa Latina, cuya oficina estaba en igual piso del mismo edificio de Punto Final y muy cerca del palacio de Gobierno.
Ella, reportera de la Televisión Nacional, y él, de Radio Nacional, emisora del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), buscaban allí noticias sobre los violentos acontecimientos.
"Todo el horror se concentró en esas horas y ese día, que recuerdo como el más largo de mi vida", señaló Lucía.
Allí pudo escuchar varios "bandos militares", citando a políticos y periodistas conocidos a presentarse en el Ministerio de Defensa. También pudo escuchar el sobrevuelo de los Hawker Hunter disparando contra el cercano palacio de Gobierno.
"Cuando el entonces director de Prensa Latina, Jorge Timossi, nos informó -tras un contacto telefónico con alguien en La Moneda- que el periodista Augusto Olivares, amigo y asesor de Allende, se había suicidado, el dolor y el espanto me sobrecogieron", reconoció.
De Prensa Latina, caminamos a nuestro departamento de Calle Cóndor, pasando entre grupos de soldados y detenidos, entre tanques, muertos y personas deambulando como autómatas con ojos colmados de miedo y desesperación, agregó.
Después de ese día -aseguró- no fuimos más que miembros de la resistencia: "Para el "Pelao", el periodismo quedó atrás para siempre. Fue asesinado por la dictadura el 7 de diciembre de 1977".
Eduardo Contreras
Eduardo Contreras fue el primer abogado en presentar una querella judicial contra el dictador Augusto Pinochet y es conocido por su defensa de los derechos humanos y todas las causas justas. Es, además, dirigente del Partido Comunista de Chile y un destacado columnista del semanario El Siglo y otros medios.
En 1973, con 33 años de edad, Contreras era diputado comunista por la zona de Chillán, donde nació, y donde el régimen militar cometió muchos crímenes de lesa humanidad.
La noche antes del golpe, regresaba a Chillán -donde antes había sido alcalde- junto al diputado socialista Rogelio de la Fuente, luego de cumplir varias actividades con campesinos y obreros, "preparando el apoyo al plebiscito al que convocaría el Presidente", relató.
Pese al cansancio, dijo, decidimos partir de inmediato de Chillán a Santiago, pues el martes 11 en el palacio de La Moneda Allende nos entregaría los lineamientos generales de la consulta popular para que los parlamentarios fuéramos sus voceros.
Tras sortear registros policiales por la Ley de Control de Armas durante la noche, amanecieron en Santiago pero, como el vehículo no tenía radio, no se enteraron de que el golpe ya había empezado, "hasta que algunos civiles nos detuvieron para prevenirnos a pocas cuadras del palacio presidencial. Era imposible continuar".
Cada uno partió entonces a los lugares asignados previamente por el Partido: yo fui a una fábrica donde escuchamos el último discurso de Allende y nos enteramos de su muerte. No había condición alguna para combatir, recordó Contreras.
Aunque mi primer impulso fue tratar de regresar a Chillán, la compañera "Amanda", responsable política de la fábrica, me aconsejó esperar. Le debo la vida, rememoró.
En Chillán, militares y carabineros asesinaron a los dirigentes de la izquierda, dijo al admitir que se salvó en esa ocasión por haber viajado a la reunión con Allende.
Luego, vendría la clandestinidad y, más tarde, el asilo: Panamá en el 74, Cuba desde el 75, México desde el 78. Tras el exilio, regresó "a la misma lucha, los mismos sueños, aunque en condiciones más duras". Contreras subrayó, sin embargo, que mantiene "la misma confianza en la victoria".
Manuel Cabieses
El periodista y escritor Manuel Cabieses es conocido, entre otras cosas, por haber logrado mantener en circulación la revista de izquierda Punto Final desde 1965, salvo los 16 años de clausura durante la dictadura militar.
El también dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) fue detenido dos días después del golpe, sufrió prisión en los campos de detención de Chacabuco, Puchuncaví y Tres Álamos. Luego, vivió en Cuba y, más tarde, regresó clandestinamente a Chile.
Entre otros éxitos periodísticos, Punto Final publicó, como primicia mundial, el "Diario del Che en Bolivia". Pero, también, el 11 de septiembre de 1973, alcanzó a estar -por pocas horas- en kioscos una edición especial, cuya portada señalaba: "Soldado: la patria es la clase obrera".
El golpe se esperaba hacía semanas, cuando se rebeló un regimiento de blindados en Santiago. Sin embargo, la tensión fue convirtiéndose en adormecedora esperanza en que la habilidad de Allende -fogueada en larga experiencia parlamentaria- derrotaría la conspiración, recordó Cabieses, quien entonces tenía 40 años de edad.
En esos días, Cabieses trabajaba también como reportero del vespertino "Noticias de Ultima Hora", del Partido Socialista -ubicado a cinco cuadras de La Moneda-, adonde se dirigió temprano el día del golpe.
Mi mujer salió hacia el consultorio donde trabajaba como enfermera. Mis tres hijos se fueron a sus colegios. El transporte público funcionaba con normalidad y la ciudad se veía tranquila. En un kiosco de periódicos vi la edición del día de Punto Final, contó.
Relató que "ya habían llegado algunos compañeros al diario, escuchaban la radio y comenzaban a organizar el trabajo. Hablamos de sacar una edición de emergencia, como hicimos el 29 de junio cuando el alzamiento de los blindados".
Más adelante, precisó: "Nos repartimos las tareas, uno iría a La Moneda, otro al Ministerio de Defensa, aquel a la Central Única de Trabajadores, a mí me correspondía el Congreso Nacional para buscar declaraciones de parlamentarios y partidos políticos".
Pero, al comunicarse con la imprenta Horizonte, del Partido Comunista, donde se imprimía el vespertino, "tuvimos el primer acercamiento a la realidad, pues los compañeros estaban mejor informados que nosotros y nos hicieron ver la ingenuidad de nuestros propósitos".
El también presidente del sindicato explicó que "de todos modos, decidimos permanecer en el diario por si más tarde se podía sacar una edición especial llamando al pueblo a resistir el golpe".
"Desde la terraza del edificio vimos a los Hawker Hunter bombardear La Moneda. En una radio a pilas oímos el último mensaje de Allende. Lo que sucedía no lo podíamos creer", afirmó.
Las columnas de humo se elevaban del palacio en llamas. El histórico símbolo de un país "diferente", se convertía en la imagen fantasmagórica y trágica del final de una época, opinó y agregó que "comenzaba una nueva historia que no ha concluido".
El recuerdo -y el significado de ese episodio histórico para Chile y la región- varían no sólo según el prisma político con que se mire, sino también de acuerdo a la generación de chilenos post-dictadura a que se pertenece.
Estudios académicos señalan una gran variedad de visiones sobre el 11 de septiembre de 1973 chileno y el paso del tiempo, en algunos casos, ha contribuido al olvido, mientras que en otros ha servido para fortalecer la memoria y la renovada búsqueda de la justicia.
Prensa Latina recogió testimonios inéditos de cuatro chilenos de distintas edades pero que, además de sobrevivir el 11 de septiembre, comparten el difícil ejercicio del periodismo comprometido con la verdad.
Los cuatro son renuentes a hablar en primera persona, pero en esta ocasión aportaron breves versiones de sus dramáticas vivencias personales sobre el "día del golpe", fecha en que culminó una vasta y prolongada conspiración nacional e internacional contra el Gobierno Popular de Allende.
Marcelo Castillo
Marcelo Castillo es hoy el director del periódico La Nación, con amplia experiencia en varios medios chilenos y extranjeros. Pero, ese 11 de septiembre, con 16 años de edad, cursaba tercer año de enseñanza media en el Liceo Manuel de Salas y militaba en la Juventud Socialista.
Aunque nunca vio un fusil, integró un grupo con "preparación militar básica en el partido, pero solamente teórica", dijo al señalar que en una asamblea "propusimos entregar algunas nociones básicas de formación militar. Quiénes siempre habían sido reacios a esa idea, esta vez aceptaron".
Pero, cuando salimos al patio, ya había helicópteros artillados sobrevolando, apuntó Castillo, uno de los encargados de comunicaciones de los Comités de Defensa del Gobierno Popular en las escuelas de la capitalina comuna de Ñuñoa.
Hizo un recorrido por los colegios y por el Pedagógico de la Universidad de Chile, que estaba rodeado de fuerzas militares: "Fuimos a dos liceos, el Veinte y el Siete, que permanecían tomados igual que el nuestro".
Me detuve unos momentos en la casa de mi novia de entonces y, desde el tejado de su casa, presencié a lo lejos el bombardeo a La Moneda, agregó Castillo, quien -pese a todo- confiaba en que "fuerzas militares democráticas estarían de nuestro lado para enfrentar a los golpistas".
Al regresar a su escuela y ver que la mayoría de sus compañeros se había ido, Castillo -junto a otro estudiante conocido como "Pato"- partió hacia una "casa de seguridad" con unas botellas de ácido sulfúrico que sacaron de los laboratorios de química. Pero, al poco andar, un grupo de civiles armados nos detuvo, nos subieron a un automóvil y, luego, nos entregaron a una patrulla militar, que nos llevó al Regimiento de Telecomunicaciones del Ejército, donde fuimos interrogados con simulacros de fusilamiento y golpes, subrayó Castillo.
Finalmente, los dos estudiantes, junto a otros tres prisioneros, fueron entregados a Carabineros, quienes los recibieron con una pateadura, según relató Castillo. "En esa Comisaría llegaríamos a ser alrededor de 60 los detenidos, todos en tres o cuatro celdas que habitualmente no albergan a más de dos o tres personas".
Sentimos las balaceras durante toda la noche. Llegaron algunos compañeros muy heridos, a los que nadie se atrevió a hablar, dijo Castillo, hasta que el día 13 el nuevo régimen levantó el toque de queda y, junto al Pato, fue liberado. "Pasamos a engrosar las filas de la resistencia en la clandestinidad", concluyó.
Lucía Sepúlveda
Por su parte, Lucía Sepúlveda, quien tenía entonces 27 años y tres meses de embarazo, aseguró que su "falta concreta de memoria está asociada al trauma", aunque aportó valiosos recuerdos de esa jornada junto a su compañero, el conocido periodista Augusto "Pelao" Carmona, con quien intentó llegar hasta La Moneda.
No pudimos llegar a reportar y tuvimos que irnos a la revista Punto Final, pero allí no había nadie. Entonces, nos unimos a los corresponsales de Prensa Latina, cuya oficina estaba en igual piso del mismo edificio de Punto Final y muy cerca del palacio de Gobierno.
Ella, reportera de la Televisión Nacional, y él, de Radio Nacional, emisora del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), buscaban allí noticias sobre los violentos acontecimientos.
"Todo el horror se concentró en esas horas y ese día, que recuerdo como el más largo de mi vida", señaló Lucía.
Allí pudo escuchar varios "bandos militares", citando a políticos y periodistas conocidos a presentarse en el Ministerio de Defensa. También pudo escuchar el sobrevuelo de los Hawker Hunter disparando contra el cercano palacio de Gobierno.
"Cuando el entonces director de Prensa Latina, Jorge Timossi, nos informó -tras un contacto telefónico con alguien en La Moneda- que el periodista Augusto Olivares, amigo y asesor de Allende, se había suicidado, el dolor y el espanto me sobrecogieron", reconoció.
De Prensa Latina, caminamos a nuestro departamento de Calle Cóndor, pasando entre grupos de soldados y detenidos, entre tanques, muertos y personas deambulando como autómatas con ojos colmados de miedo y desesperación, agregó.
Después de ese día -aseguró- no fuimos más que miembros de la resistencia: "Para el "Pelao", el periodismo quedó atrás para siempre. Fue asesinado por la dictadura el 7 de diciembre de 1977".
Eduardo Contreras
Eduardo Contreras fue el primer abogado en presentar una querella judicial contra el dictador Augusto Pinochet y es conocido por su defensa de los derechos humanos y todas las causas justas. Es, además, dirigente del Partido Comunista de Chile y un destacado columnista del semanario El Siglo y otros medios.
En 1973, con 33 años de edad, Contreras era diputado comunista por la zona de Chillán, donde nació, y donde el régimen militar cometió muchos crímenes de lesa humanidad.
La noche antes del golpe, regresaba a Chillán -donde antes había sido alcalde- junto al diputado socialista Rogelio de la Fuente, luego de cumplir varias actividades con campesinos y obreros, "preparando el apoyo al plebiscito al que convocaría el Presidente", relató.
Pese al cansancio, dijo, decidimos partir de inmediato de Chillán a Santiago, pues el martes 11 en el palacio de La Moneda Allende nos entregaría los lineamientos generales de la consulta popular para que los parlamentarios fuéramos sus voceros.
Tras sortear registros policiales por la Ley de Control de Armas durante la noche, amanecieron en Santiago pero, como el vehículo no tenía radio, no se enteraron de que el golpe ya había empezado, "hasta que algunos civiles nos detuvieron para prevenirnos a pocas cuadras del palacio presidencial. Era imposible continuar".
Cada uno partió entonces a los lugares asignados previamente por el Partido: yo fui a una fábrica donde escuchamos el último discurso de Allende y nos enteramos de su muerte. No había condición alguna para combatir, recordó Contreras.
Aunque mi primer impulso fue tratar de regresar a Chillán, la compañera "Amanda", responsable política de la fábrica, me aconsejó esperar. Le debo la vida, rememoró.
En Chillán, militares y carabineros asesinaron a los dirigentes de la izquierda, dijo al admitir que se salvó en esa ocasión por haber viajado a la reunión con Allende.
Luego, vendría la clandestinidad y, más tarde, el asilo: Panamá en el 74, Cuba desde el 75, México desde el 78. Tras el exilio, regresó "a la misma lucha, los mismos sueños, aunque en condiciones más duras". Contreras subrayó, sin embargo, que mantiene "la misma confianza en la victoria".
Manuel Cabieses
El periodista y escritor Manuel Cabieses es conocido, entre otras cosas, por haber logrado mantener en circulación la revista de izquierda Punto Final desde 1965, salvo los 16 años de clausura durante la dictadura militar.
El también dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) fue detenido dos días después del golpe, sufrió prisión en los campos de detención de Chacabuco, Puchuncaví y Tres Álamos. Luego, vivió en Cuba y, más tarde, regresó clandestinamente a Chile.
Entre otros éxitos periodísticos, Punto Final publicó, como primicia mundial, el "Diario del Che en Bolivia". Pero, también, el 11 de septiembre de 1973, alcanzó a estar -por pocas horas- en kioscos una edición especial, cuya portada señalaba: "Soldado: la patria es la clase obrera".
El golpe se esperaba hacía semanas, cuando se rebeló un regimiento de blindados en Santiago. Sin embargo, la tensión fue convirtiéndose en adormecedora esperanza en que la habilidad de Allende -fogueada en larga experiencia parlamentaria- derrotaría la conspiración, recordó Cabieses, quien entonces tenía 40 años de edad.
En esos días, Cabieses trabajaba también como reportero del vespertino "Noticias de Ultima Hora", del Partido Socialista -ubicado a cinco cuadras de La Moneda-, adonde se dirigió temprano el día del golpe.
Mi mujer salió hacia el consultorio donde trabajaba como enfermera. Mis tres hijos se fueron a sus colegios. El transporte público funcionaba con normalidad y la ciudad se veía tranquila. En un kiosco de periódicos vi la edición del día de Punto Final, contó.
Relató que "ya habían llegado algunos compañeros al diario, escuchaban la radio y comenzaban a organizar el trabajo. Hablamos de sacar una edición de emergencia, como hicimos el 29 de junio cuando el alzamiento de los blindados".
Más adelante, precisó: "Nos repartimos las tareas, uno iría a La Moneda, otro al Ministerio de Defensa, aquel a la Central Única de Trabajadores, a mí me correspondía el Congreso Nacional para buscar declaraciones de parlamentarios y partidos políticos".
Pero, al comunicarse con la imprenta Horizonte, del Partido Comunista, donde se imprimía el vespertino, "tuvimos el primer acercamiento a la realidad, pues los compañeros estaban mejor informados que nosotros y nos hicieron ver la ingenuidad de nuestros propósitos".
El también presidente del sindicato explicó que "de todos modos, decidimos permanecer en el diario por si más tarde se podía sacar una edición especial llamando al pueblo a resistir el golpe".
"Desde la terraza del edificio vimos a los Hawker Hunter bombardear La Moneda. En una radio a pilas oímos el último mensaje de Allende. Lo que sucedía no lo podíamos creer", afirmó.
Las columnas de humo se elevaban del palacio en llamas. El histórico símbolo de un país "diferente", se convertía en la imagen fantasmagórica y trágica del final de una época, opinó y agregó que "comenzaba una nueva historia que no ha concluido".
3 comentarios: on "El otro 11-S"
Malditos comunistas hijos de puta, como siempre haciendose pasar por martires.
ahh y lo que hizo bush fue lo mismo gran idiota!!!! el amrtir de Bush se tiene que ir a buscar al 'asesino' a Irak, INVADÁMOSLA (cualquier parecido con ir a coger a los de las farr e invadir territorio colombiano es pura coincidencia)
no se trata de ser mártires, se trata de decir la verdad, que un 11 DE SEPTIEMBRE mataron la ilusión de un mundo mejor aquí cerquita (en Chile) y que los hp militares tanto de la dictadura como los enviados de EEUU asesinaron y con él todo el pueblo que deseaba un cambio a gritos... mire más allá
Un mundo mejor con el comunismo? Imposible. Que agradesca Chile que los salvaron de esa plaga. Gracias al cielo en Colombia nunca llegaran a nada porque la gente los conoce y sabe lo que representan los malparidos comunistas de mierda.
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