Como novedad del momento, en plena campaña electoral para la presidencia de la República, luego de las elecciones que permitieron elegir congresistas en marzo pasado, distintas expresiones sociales conservan su dinámica.
Avanzan en procesos de reconstitución y proyección de su qué hacer, con un sentido que va más allá del corto plazo y que supera sus propias fuerzas. Tal hecho es nuevo, y prometedor. Porque ayer, la llegada de las elecciones significaba un paréntesis y la pérdída de la dinámica en curso. Como una línea transversal marcaba otro escenario, con un efecto de distracción, constante dispersión y falta de continuidad. De desconexión entre lo político social y lo político electoral de manera total. El interés y la participación política aparecían como un cajón de compartimentos, cada uno desconectado del otro. Una muralla que ya no es dominante en la totalidad de los sectores sociales.
Ahora, con la excepción respetable de pequeñas expresiones del activismo que se mantienen en la abstención como alternativa, o de otras, del mar electoral sin personalidad alguna; diversos sectores combinan el interés por el ahora y la tarea constante de su movilización y lucha. Son varios los procesos para hacer esta afirmación y este optimismo.
1.- Encuentro Nacional de Unidad Popular. Por un lado, avanza la dinámica a confluir en el Encuentro Nacional de Unidad Popular, a realizarse en Bogotá los próximos 4-6 de junio. Sus convocantes son expresiones de una diversidad llamativa: movimientos de carácter urbano, campesino, religioso, de género, cultural. Llegan a este punto, luego de un proceso de 6 años.
Años con depure de contradicciones y construcción de una plataforma de acción mancomunada, de proyección claramente política y de largo plazo. No es una suma de movimientos en junta por una causa coyuntural o de reivindicación puntual. No. Aunque sin abandonarlas o despreciarlas en su accionar y discurso cotidiano, saben que la única manera de avanzar hacia su obtención definitiva, está dada por el cambio a una nueva realidad económica, política, social. (ver entrevista pág. 18)
2.- El Congreso de los Pueblos. La otra luz que brilla es el Congreso de los Pueblos, como confluencia de tejidos sociales y políticos. Un quehacer de comunidades y colectivos que pretende sintetizar una agenda común entre la diversidad de todo lo alternativo realmente existente. Con una proyección y conexión de largo plazo, para ser gobierno y ser poder. El Congreso de los Pueblos se propone, por tanto, ayudar a superar el inmediatismo y la desconexión en las resistencias.
Y tal conexión pasa, necesariamente, por una nueva manera de hacer a través de sucesivas agendas y sesiones. Con definición sin hegemonías de los objetivos. Con evaluación y rectificación de los métodos. Con designación de responsabilidades y espacios a cumplir y promover con sentido de pueblo y desafío al poder. En busca de superar la institucionalización de los procesos sociales. Reapropiar la necesidad de construir caminos propios para ver y llegar a unas metas definidas colectivamente.
En esta lógica, el Congreso de los Pueblos significa un doble poder en construcción, del cual, y con el cual, deberá renacer la confianza en la fuerza y la posibilidad propias. Un esfuerzo, por tanto, autogestionario, autónomo, independiente, con capacidad para dibujar los contornos de la lucha y la sociedad necesarias. Capaz de conectarse con todos los procesos de cambio que marchan en el continente y más allá. Ningún cambio se podrá consolidar si no se inserta en una dinámica de transformación global. (Ver pág. 12)
3.- Minga social y comunitaria. Otra iniciativa de reconstrucción y coordinación social, marcha de la mano de los indígenas del Cauca (Minga social y comunitaria). Ante su experiencia y enseñanza suman, acompañan y llegan a su influencia, expresiones de lo social urbano de distinto matiz. Con varios años de acción, con importantes gestas a su haber, y con un potencial de saber y capacidad para aportar a la reconstrucción del conjunto, esta iniciativa vive un momento trascendental.
Momento que de no manejarse con superaciones de unidad y proyección nacional, sin aislamiento, puede debilitar su acumulación. Hacer perder –no sólo a ellos sino al conjunto social– todo su saber y trasegar. El indigenismo y el ideologismo son dos tensiones que hacen muros.
Como es parte sustancial de su propuesta, la instalación de un Congreso de los Pueblos, sería una derrota para la oportunidad histórica ante nosotros, y para el futuro social político de Colombia, que la Minga no facilite el concurrir en un solo espacio de construcción y proyección estratégica con ese contenido y nombre: Congreso de los Pueblos.
Son tres procesos en ruta. Además, de otros que con toda seguridad germinan en distintas coordenadas del país.
El reto es saber construir condiciones, métodos y ritmos, para que confluyan en un solo cuerpo; como veredicto de que el ciclo neoliberal en Colombia puede llegar a su fin.
Un pasado…
Por un largo tiempo, no menos de veinte años, el movimiento social colombiano vio como su dinámica quedó desecha y reducida a un afán de responder –sin ir más allá del inmediato– a cada medida gubernamental (coyunturalismo). Un resultado de varios aspectos ya conocidos y diagnósticados: la ofensiva neoliberal, la perdida de referentes históricos producto de la crisis del “socialismo real”, la cooptación e institucionalización de buena parte de la dirigencia social y política urbana, la emigración o exilio de otra parte, y en no pocos casos, la persecución y su mismo asesinato.
Durante estos veinte años, sin capacidad para contener la avalancha neoliberal, las expresiones sociales se dispersaron. Cada una, tratando de salvar algo de sus conquistas adquiridas por la sociedad y los movimientos en largas jornadas de lucha. La dispersión debilitó. Al final, ningún sector o casi ninguno salvó un algo significativo de esas viejas conquistas que permitieron, para algunos, gozar de algo más que un salario directo. Pero la dispersión de los movimientos y organizaciones trajo mucho más.
Se debilitaron sus lazos de conexión con la sociedad que decían representar. Se perdió la capacidad de tomarle la temperatura a dichos sectores y por ese conducto, de saber orientar el qué y cómo hacer en la lucha contra el Estado. Y del esfuerzo por reconfiguar una nueva sociedad. El desgrane de su militancia, fue otro de sus resultados.
Dispersión, segmentación o división entre lo político y social que impedía construir y proyectar una lectura y un accionar de largo plazo, con sentido estratégico. Estamos ante el reto y la oportunidad de superar estos lastres que tanto daño han hecho a las opciones alternativas. No podemos ser inferiores al mismo.
Avanzan en procesos de reconstitución y proyección de su qué hacer, con un sentido que va más allá del corto plazo y que supera sus propias fuerzas. Tal hecho es nuevo, y prometedor. Porque ayer, la llegada de las elecciones significaba un paréntesis y la pérdída de la dinámica en curso. Como una línea transversal marcaba otro escenario, con un efecto de distracción, constante dispersión y falta de continuidad. De desconexión entre lo político social y lo político electoral de manera total. El interés y la participación política aparecían como un cajón de compartimentos, cada uno desconectado del otro. Una muralla que ya no es dominante en la totalidad de los sectores sociales.
Ahora, con la excepción respetable de pequeñas expresiones del activismo que se mantienen en la abstención como alternativa, o de otras, del mar electoral sin personalidad alguna; diversos sectores combinan el interés por el ahora y la tarea constante de su movilización y lucha. Son varios los procesos para hacer esta afirmación y este optimismo.
1.- Encuentro Nacional de Unidad Popular. Por un lado, avanza la dinámica a confluir en el Encuentro Nacional de Unidad Popular, a realizarse en Bogotá los próximos 4-6 de junio. Sus convocantes son expresiones de una diversidad llamativa: movimientos de carácter urbano, campesino, religioso, de género, cultural. Llegan a este punto, luego de un proceso de 6 años.
Años con depure de contradicciones y construcción de una plataforma de acción mancomunada, de proyección claramente política y de largo plazo. No es una suma de movimientos en junta por una causa coyuntural o de reivindicación puntual. No. Aunque sin abandonarlas o despreciarlas en su accionar y discurso cotidiano, saben que la única manera de avanzar hacia su obtención definitiva, está dada por el cambio a una nueva realidad económica, política, social. (ver entrevista pág. 18)
2.- El Congreso de los Pueblos. La otra luz que brilla es el Congreso de los Pueblos, como confluencia de tejidos sociales y políticos. Un quehacer de comunidades y colectivos que pretende sintetizar una agenda común entre la diversidad de todo lo alternativo realmente existente. Con una proyección y conexión de largo plazo, para ser gobierno y ser poder. El Congreso de los Pueblos se propone, por tanto, ayudar a superar el inmediatismo y la desconexión en las resistencias.
Y tal conexión pasa, necesariamente, por una nueva manera de hacer a través de sucesivas agendas y sesiones. Con definición sin hegemonías de los objetivos. Con evaluación y rectificación de los métodos. Con designación de responsabilidades y espacios a cumplir y promover con sentido de pueblo y desafío al poder. En busca de superar la institucionalización de los procesos sociales. Reapropiar la necesidad de construir caminos propios para ver y llegar a unas metas definidas colectivamente.
En esta lógica, el Congreso de los Pueblos significa un doble poder en construcción, del cual, y con el cual, deberá renacer la confianza en la fuerza y la posibilidad propias. Un esfuerzo, por tanto, autogestionario, autónomo, independiente, con capacidad para dibujar los contornos de la lucha y la sociedad necesarias. Capaz de conectarse con todos los procesos de cambio que marchan en el continente y más allá. Ningún cambio se podrá consolidar si no se inserta en una dinámica de transformación global. (Ver pág. 12)
3.- Minga social y comunitaria. Otra iniciativa de reconstrucción y coordinación social, marcha de la mano de los indígenas del Cauca (Minga social y comunitaria). Ante su experiencia y enseñanza suman, acompañan y llegan a su influencia, expresiones de lo social urbano de distinto matiz. Con varios años de acción, con importantes gestas a su haber, y con un potencial de saber y capacidad para aportar a la reconstrucción del conjunto, esta iniciativa vive un momento trascendental.
Momento que de no manejarse con superaciones de unidad y proyección nacional, sin aislamiento, puede debilitar su acumulación. Hacer perder –no sólo a ellos sino al conjunto social– todo su saber y trasegar. El indigenismo y el ideologismo son dos tensiones que hacen muros.
Como es parte sustancial de su propuesta, la instalación de un Congreso de los Pueblos, sería una derrota para la oportunidad histórica ante nosotros, y para el futuro social político de Colombia, que la Minga no facilite el concurrir en un solo espacio de construcción y proyección estratégica con ese contenido y nombre: Congreso de los Pueblos.
Son tres procesos en ruta. Además, de otros que con toda seguridad germinan en distintas coordenadas del país.
El reto es saber construir condiciones, métodos y ritmos, para que confluyan en un solo cuerpo; como veredicto de que el ciclo neoliberal en Colombia puede llegar a su fin.
Un pasado…
Por un largo tiempo, no menos de veinte años, el movimiento social colombiano vio como su dinámica quedó desecha y reducida a un afán de responder –sin ir más allá del inmediato– a cada medida gubernamental (coyunturalismo). Un resultado de varios aspectos ya conocidos y diagnósticados: la ofensiva neoliberal, la perdida de referentes históricos producto de la crisis del “socialismo real”, la cooptación e institucionalización de buena parte de la dirigencia social y política urbana, la emigración o exilio de otra parte, y en no pocos casos, la persecución y su mismo asesinato.
Durante estos veinte años, sin capacidad para contener la avalancha neoliberal, las expresiones sociales se dispersaron. Cada una, tratando de salvar algo de sus conquistas adquiridas por la sociedad y los movimientos en largas jornadas de lucha. La dispersión debilitó. Al final, ningún sector o casi ninguno salvó un algo significativo de esas viejas conquistas que permitieron, para algunos, gozar de algo más que un salario directo. Pero la dispersión de los movimientos y organizaciones trajo mucho más.
Se debilitaron sus lazos de conexión con la sociedad que decían representar. Se perdió la capacidad de tomarle la temperatura a dichos sectores y por ese conducto, de saber orientar el qué y cómo hacer en la lucha contra el Estado. Y del esfuerzo por reconfiguar una nueva sociedad. El desgrane de su militancia, fue otro de sus resultados.
Dispersión, segmentación o división entre lo político y social que impedía construir y proyectar una lectura y un accionar de largo plazo, con sentido estratégico. Estamos ante el reto y la oportunidad de superar estos lastres que tanto daño han hecho a las opciones alternativas. No podemos ser inferiores al mismo.
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